jueves, 13 de enero de 2011

Trabajo Final del Seminario de Investigación Población y Sociedad: estrategias reproductivas, trabajo y salud.

Cátedra: Elsa López


"Sociedad y población: las estrategias reproductivas y las redes de apoyo...cuando están".


Por Jacqueline Rajmanovich


1. INTRODUCCIÓN


Abordar la cuestión de las estrategias reproductivas y las redes de apoyo exige como primera instancia plantear algunas consideraciones conceptuales.
Consideramos que las estrategias reproductivas permiten visualizar la decisión y el modo en que las parejas deciden comenzar a planificar una familia. Sin embargo, tal decisión no solo radica en hombres y mujeres, ya que detrás de esta posible decisión se esconde todo un entramado histórico y social articulado por la cuestión de género.
A este respecto, la autora Montserrat Solsona (1996), en pos de cuestionar la interpretación que se impuso en los últimos cuarenta años en el terreno de las ciencias sociales, se esforzó por desarrollar un marco interpretativo que permitiese dar cuenta de los cambios en las relaciones de género asociados a los cambios demográficos y familiares.
Este marco interpretativo manifestaría así que detrás de "cada decisión de tener o no tener hijos existe un proceso de negociación sujeta a la propia relación" (Solsona, 1996). Por lo tanto, lo que esta perspectiva de interpretación permite es vincular la inserción laboral de las mujeres al mercado laboral con su progresiva independencia económica y afectiva de las decisiones masculinas, dando como hecho observable y medible, ciertas transformaciones demográficas.
Tal es así, que el término acuñado de Segunda Transición Demográfica, dentro del marco interpretativo que contempla las relaciones de género, que Solsona propone, permitiría comprender que los grandes cambios demográficos experimentados en los últimos 60 años - descenso de la fecundidad y cambios en los modelos familiares - estarían vinculados con el nuevo papel de la mujer, construido en base a una mayor autonomía y una menor dependencia del hombre”. (Solsona, 1996, p. 20).

Por otro lado, también en los últimos treinta años se han experimentado grandes cambios en la economía y en los modos de producción y acumulación, los cuales han impactado de diversas formas en la dinámica familiar y doméstica. Catalina Wainerman (1995) asevera que “(…) la política económica puesta en práctica a partir de marzo de 1976 persiguió la eficiencia y la modernización de la estructura productiva y, [que] al hacerlo, trajo aparejado paradójicamente un endeudamiento externo sin precedentes, una disminución del ritmo de crecimiento del empleo y de los salarios reales, un incremento de los precios y de la inflación, desindustrialización y terciarización de la producción y el empleo, un crecimiento significativo de la desocupación, de la subutilización de recursos y de la informalidad y la pobreza”.
A este respecto Wainerman (1995) explica que el panorama experimentado en las últimas décadas no significó solamente importantes desmejoras del bienestar general, sino también una recomposición sectorial de la producción y del empleo bajo la forma de un avance de las actividades terciarias (comercio y servicios) y un retroceso de las secundarias (manufacturas). Esto se tradujo en el crecimiento del cuentapropismo y en el achicamiento del empleo industrial. Pero, como bien indica la autora, el impacto fue diverso tanto para las mujeres como para los varones.
“El crecimiento de la actividad y los cambios en la propensión a concurrir al mercado laboral nos indica que desde los 60 y más aceleradamente desde los 70 las mujeres [han] aumentado su participación en la fuerza de trabajo”. (Wainerman, 1995)
Dicha cita indica una significativa transformación en la composición de la fuerza de trabajo argentina. En los años setenta, con la introducción de políticas económicas que desincentivaron a la industria nacional a favor de tendencias especulativas financieras, una gran cantidad de trabajadores masculinos del sector se vieron afectados por estas medidas.
“El crecimiento de la participación económica de las mujeres, efectivamente se produjo entre aquellas de 25 a 55 años de edad, y entre ellas, más especialmente las de 35 a 55 años. Interesante es que no solo más mujeres concurrieron al mercado laboral sino también mas permanecieron por más tiempo en él y más reingresaron a trabajar a partir de los 30 a 40 años. Estas tendencias fueron más marcadas entre las mujeres casadas, separadas y divorciadas. En suma, aparece una tendencia a la participación más estable, semejante a la de los países desarrollados”. (Wainerman, 1995).
El ingreso y permanencia de las mujeres en el mercado laboral fue mas novedoso para aquellas que se reincorporaron luego de haber sido madres, o para aquellas otras que por ruptura matrimonial salieron al mercado laboran en busca de un sueldo que pudiese suplir la ausencia de un varón proveedor.
“(…)En la década de 1980 a 1990 y la última del siglo XX continúa la tendencia de los perfiles de participación de las mujeres a asimilarse más a los de los varones, es decir, de unimodales tienden a transformarse en mesetas, lo que equivale a decir, en trayectorias laborales poco sensibles a las transiciones en el ciclo de vida familiar”. (Wainerman, 1995).
Es dentro de este contexto social y económico que entendemos la actual problemática de la conciliación entre trabajo remunerado y doméstico para las mujeres trabajadoras argentinas.


2. ASPECTOS METODOLÓGICOS


Reflexionar acerca de las estrategias reproductivas que despliegan las mujeres entrevistadas para conciliar el empleo con la vida doméstica y familiar plantea especificar en una primera instancia ciertas consideraciones. En primer lugar, definir qué se entienden aquí por estrategia. Constanza Tobío Soler (2002) rescata de Commaille (1993) el sentido que le da al concepto de estrategia, y de Bourdieu (1980) y Giddens (1991) el contexto de las teorías que pretenden articular agencia y estructura. Soler explica que en períodos de cambio social el componente estratégico de la acción se acentúa. Los agentes no se limitan a reproducir más o menos creativa situaciones estructurales, sino que se enfrentan a nuevos problemas que requieren nuevas soluciones. Es el caso de las madres que hoy trabajan, quienes encarnan la contradicción entre los nuevos roles laborales de las mujeres y las formas tradicionales de organización doméstica (Tobio Soler, 2002).
En segundo lugar, el uso de la noción de redes de apoyo. Se lo considera como un recurso estratégico que busca “amortiguar” estos dos diferentes ámbitos en la búsqueda de nueva soluciones a los actuales problemas.
Sin embargo queremos también especificar qué enfoque se empleará en el uso de estos dos conceptos. De acuerdo al mencionado incremento en la participación y permanencia de las mujeres en el mercado laboral, la perspectiva de género plantea la posibilidad de comprender las dificultades que las propias mujeres encuentran a la hora de conciliar sus nuevos roles laborales con los “tradicionales” domésticos-familiares. Siguiendo nuevamente a Wainerman (1995), ella vuelve a advertir que “(…) debe quedar claro que esta incorporación de más mujeres a la actividad laboral no puede interpretarse lisa y llanamente como indicador de modernización, desarrollo o crecimiento, como se entendía en los 70, cuando en la participación laboral se cifraban las esperanzas del cambio de la condición de la mujer (…)”.
Helena Hirata (1994), al respecto, refuerza el enfoque que aquí planteamos mediante la hipótesis que expresa que los cambios en la división sexual del trabajo remiten a las coyunturas económicas y a las relaciones de clase, lo que no quiere decir que las relaciones de fuerza entre los sexos no jueguen un papel en esos cambios, y que las permanencias – de la división del trabajo entre varones y mujeres en el transcurso de distintos momento de la historia – remitan más bien a las relaciones sociales de sexos, o a una sola de las dimensiones temporales de esas relaciones. Esto pone de manifiesto para nuestras consideraciones conceptuales agudizar el análisis para aquellos casos en que nuestras entrevistadas logren conciliar mediante diversas redes de apoyo su ocupación laboral con sus tareas y asignaciones femeninas propias a la representaciones de género, como así identificar con mayor especificidad las características que presentan aquellos otros casos en donde la existencia de redes de apoyo es prácticamente nula. Ambos propósitos se enmarcan dentro del objetivo general que busca detectar las estrategias reproductivas que las mujeres disponen para conciliar la vida laboral con la vida familiar y doméstica.
Los interrogantes que iniciaron e hicieron posible la elaboración de nuestro trabajo estuvieron signados desde un inicio por comprender qué diferencias existen entre aquellas mujeres que disponen, junto a sus parejas, de los recursos suficientes para disponer de las redes de apoyo necesarias para realizar una actividad remunerada y entre aquellas que no cuentan con ellas. ¿Cuáles son las diferencias y características entre las primeras y las segundas?


2.1 CARACTERÍSTICAS SOCIODEMOGRÁFICAS DE LA MUESTRA

Esta muestra consta de 17 entrevistas que se realizaron a mujeres madres trabajadoras que tienen de 28 a 35 años y residen en la ciudad autónoma de Buenos Aires. Solamente un tercio de ellas ha sido madre por segunda vez. La mayoría solo tiene un hijo, y más de la mitad dijo estar unida en matrimonio con su pareja.
Con respecto al nivel de escolaridad, solo muy pocas afirmaron haber llegado solamente a los estudios secundarios y la mitad completó los universitarios. En cambio, cuando comparamos esta cifra con la de los cónyuges, el porcentaje asciende a la tercera parte. Esta primera brecha que detectamos entre las entrevistadas y sus cónyuges vuelve a aparecer cuando analizamos el porcentaje que completó sus estudios universitarios.
Desde el plano laboral, se encontraron diferencias entre las entrevistadas y sus cónyuges en lo referente a la asignación de las horas trabajadas semanalmente. Mientras tres cuartas partes de ellas trabajan menos de 45 horas semanales, solo un tercio de los cónyuges lo hacen de esa forma. En cambio, cuando observamos la relación entre las mujeres y los cónyuges que trabajan 45 horas o más en la semana, el sentido de la relación se invierte. Solo un cuarto de ellas trabaja esta cantidad de horas, a diferencia de ellos, que lo hacen dos tercios.
También desde este plano se encontró que son un tercio las mujeres que, teniendo un hijo, trabajan 45 horas y más semanalmente, y dos tercios aquellas que trabajan hasta 45 horas semanales.


3. LAS REDES DE APOYO

3.1. LAS REDES DE APOYO INFORMALES

3.1.1. La ayuda doméstica remunerada

Este tipo de ayuda se registra en las entrevistas como aquel que se orienta a la realización de tareas de mantenimiento y limpieza del hogar. Ya sea desde la compra de alimentos, su cocción, lavado de ropa, planchado, limpieza de pisos, baños y cocina. Algunas ayudas domésticas también cumplen mas funciones, lo cual dependerá de la frecuencia semanal en la que ofrezcan sus servicios.
El análisis de los datos nos indica que la mitad de ellas cuenta con ayuda doméstica remunerada. Dentro de este grupo de mujeres, casi la mitad solo cuenta con esta ayuda una vez por semana y solo un tercio dos veces por semana.
Estos datos encontrados, generaron el interrogante por la relación entre la frecuencia de la ayuda doméstica remunerada con la cantidad de horas trabajadas semanalmente por las entrevistadas. Casi la mitad de estas trabaja semanalmente menos de 30 horas, mientras que un tercio trabaja entre 30 y 45 horas semanales, y menos de un cuarto trabaja 45 horas y más. De las que trabajan semanalmente menos de 30 horas, tres cuartas parte de ellas disponen de la ayuda de una empleada doméstica una vez por semana, mientras que las que trabajan entre 30 y 45 horas, dos tercios cuentan con esta ayuda dos veces por semana. En cambio, aquellas que trabajan 45 horas y mas, sólo la mitad de ellas comentó contar con una ayuda doméstica una vez por semana.
También resalta que disponer de este tipo de ayuda no significa para las entrevistadas necesariamente contar con tiempo libre, sino, en todo caso, acortar su otra jornada de trabajo cuando llegan a su hogar. Una sola de las 17 entrevistadas afirmó que, contando con ayuda doméstica remunerada de lunes a viernes de 8 a 17 horas, solo encuentra tiempo para ella misma los mediodías, momento que aprovecha para realizar ejercicio físico en su horario de almuerzo. El resto de las entrevistadas, es decir, la mayoría, no encuentra tiempo libre a pesar de contar con este tipo de ayuda.

3.1.2 La ayuda familiar y extrafamiliar

El tipo de ayuda familiar y extrafamiliar se orienta principalmente a las tareas en lo concerniente al cuidado y supervisión de los niños, ya sean éstas, llevar o traerlos si es que asisten o participan de algún centro de cuidado o institución educativa. También este tipo de ayuda se ocupa de la alimentación e higiene de los niños, así como de estar presentes en su recreación y descanso.
Diferenciamos dos tipos de ayuda en lo referente al cuidado de los niños dentro de las redes de apoyo informal, la familiar y la extrafamiliar. La diferencia radica si esta ayuda recibe o no una remuneración a cambio de la horas trabajadas.
Volviendo a los datos, encontramos que dos tercios de las mujeres entrevistadas disponen de este tipo de ayuda para el cuidado y atención de sus hijos. Número mayor que el de aquellas que disponían de la ayuda doméstica remunerada. De las mujeres entrevistadas que cuentan con este tipo de ayuda, solo un poco más del tercio trabaja 30 horas o menos semanalmente, lo mismo para aquellas que trabajan entre 30 y 45 horas. En cambio, solo un cuarto de ellas cuenta con esta ayuda cuando trabajan 45 horas por semana. Esto indica que a pesar de contar con la ayuda indispensable para el cuidado de los niños en su ausencia, la posibilidad de realizar una jornada laboral completa también encuentra dificultades en conciliar la vida familiar y doméstica.
Son más las mujeres entrevistadas que cuentan con esta ayuda según la cantidad de hijos. Del total de ellas que tienen un hijo, la mitad cuenta con ayuda, mientras que no existe entrevistada con dos hijos que no disponga de este tipo de ayuda. Resalta nuevamente aquí una diferencia con la ayuda doméstica. Aquí las posibilidades de omisión son escasas, ya que de niños se trata. Los datos de las entrevistas han mostrado que, cuando del mantenimiento y limpieza del hogar se trata, este puede esperar hasta que la entrevistada haya acostado a sus hijos, ya sea en la hora de la siesta, o incluso cuando todos ya están durmiendo. Sin embargo, el cuidado de los niños no puede posponerse. La ausencia de la madre, y del padre, requiere de un cuidado presente y activo de los niños que no puede ser postergado. Esto nos conduce a la calidad y tipo de cuidado que las entrevistadas encuentran como ofertas de sus posibles estrategias.
A la hora de indagar sobre quién o quiénes cuidan de estos niños, encontramos que dos tercios de las entrevistadas recurren a su propia madre. Y dentro de estas, solo un tercio recibe la ayuda de su madre de lunes a viernes. La variación se encuentra en la cantidad de horas que las abuelas le pueden dedicar al su/s nieto/as, según las horas que ellas mismas trabajen.
Con respecto al tipo de ayuda informal extrafamiliar y remunerada se encontró que solo un tercio de las entrevistadas dispone de los recursos necesarios para contratar ayuda. Si bien solo un cuarto de las entrevistadas le paga a alguien para que cuiden de sus hijos en su ausencia, tres cuartas de esta ayuda se brinda de lunes a viernes.
Al preguntarse por el tipo de actividades que lograban realizar las mujeres entrevistadas al disponer de este tipo de ayuda, se encontró que la mitad decía poder cumplir con una jornada de trabajo completa. Y dentro de estas, casi la mitad respondió encontrar en esos espacios, tiempo para cursar estudios terciarios o universitarios, o para ocuparse de su cuidado corporal y estético.
Lo que resalta una y otra vez en uno o en otro tipo de ayuda - familiar y extrafamiliar - es que son siempre mujeres las que ocupan los roles de cuidado. Puede variar la edad, el nivel socioeconómico, el nivel de estudios, la experiencia y el tiempo de trabajo, pero la variable constante aquí es el sexo de las personas que ayudan a limpiar o a cuidar de otras personas, en este caso, los niños.


3.2 LAS REDES DE APOYO FORMALES

3.2.1 La ayuda institucional

El tipo de ayuda institucional y formal es un servicio que puede ser prestado de modo privado ó público, ya sea dentro de la empresa u organismo en la cual las entrevistadas trabajan – guardería – o por las instituciones de cuidado materno-infantil - jardín maternal y guarderías-. También son consideradas como tales las instituciones de educación inicial y básica, al igual que las actividades extracurriculares a las que los padres deciden enviar a sus hijos.
Al preguntarse por la relevancia de este tipo de ayuda, se encontró que casi todas las entrevistadas afirmaron disponerlo. Dentro de estas, la mitad dijo enviar a sus hijo/as a un jardín maternal. Dos tercios de ellas, lo/as envía durante una jornada de 8 horas diarias. De las entrevistadas que envía a sus hijos a un jardín maternal durante una jornada diaria de 8 horas, tres cuartas partes de ellas trabajan entre 30 y 45 horas semanales. Dos terceras partes de ellas afirmaron haber considerado al jardín maternal como una opción de conciliar su rol de madres con su rol de trabajadoras.
Recurrir al jardín maternal y/o guardería parecería facilitar no solo a las madres la conciliación entre empleo y rol materno, sino también agilizar la vuelta y permanencia al trabajo, especialmente cuando no se considera a la ayuda familiar como una estrategia o cuando no se cuenta con los respectivos familiares para el cuidado diario de sus hijos.

“(…) no se puede contar con el resto de la familia. Cada uno tiene sus tiempos, sus obligaciones y sus responsabilidades. Ocasionalmente pueden llagar a cuidarlos a los chicos, pero no todos los días y por tanto tiempo.”
(Natalia, 28 años, dos hijos)

Las mujeres entrevistadas cuyos hijos asistieron a un jardín maternal o a una guardería en el momento de la entrevista, posibilitó el interrogante por la asistencia a estos centros de cuidado materno infantil de aquellos otros niños en edad escolar. Se rastreó en estos casos la trayectoria de la ayuda institucional con el fin de conocer si habían asistido en su momento a un jardín maternal y /o guardería. En varios casos, en los cuales las entrevistadas ya contaban con dos hijos, se notaron diferencias con respecto al primer y segundo hijo. Varios niños no asistieron a un jardín maternal o guardería, particularmente cuando se trató del segundo hijo. Dos tercios de los niños en edad escolar, en el momento de la entrevista, no asistieron a un jardín maternal o guardería.
En los casos, en los cuales las entrevistadas cuentan con dos hijos, se puede detectar la puesta en marcha de una centralización de tareas y roles en una misma persona. La dinámica familiar y sus respectivas estrategias de cuidado parecen sufrir modificaciones con la llegada del segundo hijo. Tan solo dos tercios de los segundos hijos asisten a un jardín maternal en edad no escolar. Con la llegada del segundo hijo, la asignación y distribución de los recursos se modifica. En algunos casos se observó la contratación de una persona jornada completa para el cuidado de los niños y del hogar, centralizando así no solo los gastos, sino las tareas y responsabilidades en una misma persona. Los fundamentos que se detectaron de las entrevistadas fueron los costos el jardín maternal y o guardería, así como la explicación de no querer separar a los hermanos si uno de ellos se queda en casa. Pareciese que este tipo de casos abriría el interrogante acerca de la posible modificación del vínculo entre la entrevistada, su trabajo y el lazo de hermandad entre sus hijos.

Lo anteriormente descripto permite visibilizar la importancia que resulta para las entrevistadas contar con la ayuda formal institucional en los primeros años de vida de sus hijos. No se trata del jardín escolar, sino del maternal, ya que gracias a estos centros maternales de cuidado, muchas de las entrevistadas logran reinsertarse rápidamente en sus respectivos empleos y mantenerlos. Esto igual no significa que la oferta del servicio sea suficiente. La oferta de servicio público en el cuidado infantil que se detectó fue solamente de tres entrevistadas que trabajan para el mismo organismo público, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, INTI.
En cambio, al respecto del servicio privado de cuidado infantil, los comentarios de aquellas que envían a sus hijo/as a un jardín maternal o guardería circulan alrededor de cuán costoso resulta disponer de este servicio, y mas aún, si estas mujeres trabajan parcialmente, ya que no cuentan con los recursos suficientes para pagarlo y poder trabajar mas horas.

“(…) bueno mira con las guarderías desde lo personal hay toda una connotación negativa, los testimonios que tengo son todos negativos. A veces la buscaba y estaba sucia, ese tipo de cosas. (…) La guardería siempre me pareció como un depósito.
(Silvina, 33, dos hijos)

Resultó relevante también considerar el tipo de representaciones que estas entrevistadas hicieron al respecto de la ayuda institucional materno infantil. Parte de esta consideración se debe a creer que quizás pueda haber alguna relación entre las representaciones e imágenes de género. A modo tentativo, se piensa que parte de estas representaciones acerca de los centros de cuidado materno infantil son negativas por la imagen que circula de “madre” y de sus deberes como tal, especialmente cuando el niño es un bebé. Si bien esta observación excede el objetivo del presente trabajo no se quiso obviar.
Visibilizar la importancia del tipo de ayuda institucional se apoya en mostrar no solo el aspecto clave que tiene para las madres trabajadoras que se reinsertan a su empleo y buscan permanecer en él, sino también para las familias en su batalla contra la pobreza y desempleo; pero sobretodo, en mostrar el problema que a futuro próximo se nos irá planteando cuando aquellas abuelas cuidadoras ya no puedan disponer de su tiempo para cuidar de sus nietos porque pertenecen a una nueva generación de mujeres que permaneció mas tiempo en el mercado laboral. ¿Quiénes cuidarán de los niños si las madres, abuelas y suegras trabajan?

3.3. Y cuando la ayuda no está…

Con el avance del análisis se detectaron algunos datos que nos indicaba que existían entrevistadas que nos disponían de ningún tipo de ayuda. La ausencia de familiares que puedan disponer de su tiempo para el cuidado de los niños, así como la escasez de recursos para pagarle a una persona para que limpie semanalmente el hogar, generó el interrogante acerca de la dinámica conyugal y la respuesta a la maquinaria doméstica. ¿Cómo logran en estos casos las madres y parejas conciliar la familia y el trabajo? ¿Hay algún tipo particular de distribución de tareas y del cuidado que facilita que las madres trabajen?
De las entrevistadas, menos de la mitad afirmó no disponer de este tipo de ayuda. Esto nos condujo a interrogarnos por la cantidad de tiempo extra que trabajan cuando llegan a su hogar y por la presencia de sus cónyuges en los quehaceres domésticos. Menos de la mitad de las entrevistadas respondió dedicarle 3 horas diarias a las tareas del hogar, mientras que solo algunas respondieron dedicarle menos de 2 horas diarias. En base a estas respuestas estimamos la cantidad total de horas trabajadas diarias para estas entrevistadas y encontramos que casi un tercio de ellas trabajan diariamente 14 horas, mientras que casi la mitad trabaja una jornada de 12 horas, sin contar las horas que también le dedican al mantenimiento de su casa los fines de semana.
En los casos cuyas entrevistadas han admitido dedicarle pocas horas a los quehaceres domésticos o al cuidado de los niños, la composición del hogar es la clave. La presencia de otros integrantes en el hogar, en este caso, los padres de la entrevistada, posibilitaría una diferente distribución de las tareas domésticas.
Con respecto a la carga horaria de los cónyuges, se encontró una cierta homogeneidad. Aquellos que trabajan 45 horas y más representan casi tres cuartas partes, mientras que aquellos que trabajan entre 30 y 45 horas solo un tercio. A la hora de preguntarles a las entrevistadas cómo se distribuyen en sus casas las tareas domésticas, se evidenció el complejo entramado de negociación que las entrevistadas deben lidiar con sus respectivos cónyuges.


“ Mi problema es que soy obsesiva de la limpieza, tengo que estar todo el día limpiando, y capaz que él le da más bolilla a cosas más simples que son por ahí estar con la nena, jugar con ella que yo por hacer las cosas de la casa no doy bolilla a esas cosas”
(María Elisa, 32 años, 1 hija)


Este tipo de testimonio posibilita la reflexión acerca de las dificultades que las mismas entrevistadas experimentan en la negociación de las responsabilidades domésticas con sus compañeros. María Elisa es la entrevistada que más horas trabaja por semana, entre 50 y 60 horas, y no cuenta ni con ayuda doméstica ni con ayuda para el cuidado de su hija. A la hora de negociar con su cónyuge se observa lo dificultoso que es para ella delegarle a su marido las tareas domésticas. Esta observación abrió el interrogante acerca de si el ámbito doméstico, en tanto territorio de poder, es un territorio difícil de delegar. A este respecto, tomamos de Pilar Calveiro (2005), la noción de espacios de lucha y resistencia, noción que abriría una perspectiva para comprender la contradictoria negociación existente entre las entrevistadas y sus cónyuges.


Investigadora: Contame, ¿cómo se distribuyen las tareas domésticas?

Entrevistada: Vos decís, ¿en que me ayuda?, bueno: el lava a veces la ropa, después cocinar jamás, no cocina, no le gusta, pone la mesa, eso sí, me ayuda a levantarla, hacer la cama tampoco le gusta, barrer tampoco. Pero lavar la ropa, si… sube a la terraza, cuelga la ropa, todo, está bien que es lavarropas automático, pero lo hace.

I: Cuando te pregunte, lo primero que me dijiste es ¿con qué me ayuda?

E: Si, porque yo me hago cargo, el me ayuda a mi.

(Natalia, 29 años, 1 hijo)


Natalia también trabaja muchas horas, de hecho, trabaja la misma cantidad que su marido. Sin embargo a la hora del trabajo doméstico, él la “ayuda”. Lo invisible aquí es el trabajo que realiza la madre de Natalia cuando ambos están fuera trabajando.

“(...)a mi me gusta que él me ayude, y a él también le gusta ayudar, si está sentado viendo tele, y yo estoy pasando el trapo al piso, inmediatamente se levanta sin que medie palabra alguna, corre muebles, recoge juguetes de los chicos, lo que sea, o me dice: - “¿querés que te vaya ordenando la cocina?”-. Somos muy compañeros”

(Liliana, 29 años, dos hijos)


Con respecto al cuidado de los niños, se encontraron ciertas opiniones que permiten acercarse a algunas de las razones de por qué algunas entrevistadas no enviaron a sus hijos a un centro de cuidado materno infantil.

“(…) me inspiran como más tranquilidad un colegio, que tiene como toda una infraestructura. Los jardines de barrio que son más chiquitos no se…yo la verdad… no. (…) Y…y la verdad me asesoraría por maestras jardineras…psicólogos, todo… porque me dan como miedo esos lugares. Capaz que es un pensamiento muy arcaico. Que se yo… tenés que estar muy seguro de dónde la dejás…escuchas tantas cosas… Mejor que en casa con los abuelos y los padres no está. Todavía es muy chiquita para decirte “ay me pasó tal cosa”, “me hicieron tal otra”.
(Mayra, 35 años, 1 hijo)


“A guardería yo no la mandé. Y fue al Jardín en el mismo colegio donde cursa la primaria. Así que yo mucha diferencia no veo. A la guardería no fue porque en ese momento yo estaba terminando de estudiar la Carrera y entonces estaba en casa y podía ocuparme yo”
(Vanesa, 35 años, 1 hijo).


“(…) no podía hacer que mi mamá dejara ella de trabajar…para cuidarme otra vez al bebé…y tampoco tenía la guita como para pagar una guardería durante cuatro horas a la tarde”

(Liliana, 29 años, dos hijos)


En los casos en cuyas entrevistadas dicen no contar con la ayuda familiar ni con la doméstica remunerada, son muy pocos aquellos donde ambos cónyuges mantienen una distribución equitativa de las tareas. En general son las entrevistadas en quienes recae el trabajo del cuidado y de la limpieza cuando no se cuenta ni con las personas ni con los recursos. Los cónyuges siguen estando a un costado de la escena doméstica.

4. CONSIDERACIONES FINALES

En la introducción se comentó que el objetivo que se perseguía era conocer y analizar las estrategias reproductivas, específicamente las redes de apoyo. Se logró detectar en los datos de las entrevistas, aquellas personas e instituciones que permiten en el día a día a las mujeres entrevistadas organizarse para salir a trabajar. También se precisó las diferentes formas y modalidades que las redes de apoyo adoptan mediante los datos analizados. Describimos aquellas del servicio doméstico, para el mantenimiento del hogar, y también quiénes son las que suplen a las madres o en qué instituciones son cuidados y atendidos las necesidades de los niños. Remarcamos la situación de estas últimas y de la importancia de una buena y cualitativa oferta pública, accesible para todas las madres trabajadoras. Analizamos qué sucede incluso con aquellas madres trabajadoras que no logran disponer del dinero para afrontar el gasto de una empleada doméstica, de un jardín maternal o incluso de una niñera. Se vio que mayoritariamente las estrategias son de carácter privado, se resuelven puertas adentros, sin planificación ni regulación por parte del estado, como si aún la relación materno-infantil, fuese algo ajeno a todos.
Por último, solo nos queda por mencionar y reiterar que, aquellas entrevistadas que no cuentan con ningún tipo de ayuda, su jornada laboral se duplica, poniéndose en evidencia las cuestiones de género. Y en los casos en que sí se cuenta con ayuda, esta siempre es brindaba por otras mujeres. La cuestión que se presenta entonces para continuar y profundizar con esta línea de investigación, es la cuestión de género en las estrategias reproductivas del cuidado. Se comprende que la conciliación entre empleo y hogar no puede ser democráticamente conciliado si otras tantas mujeres desequilibran esta misma relación para que otras tantas mujeres sí puedan conciliarlo.
La conciliación de lo doméstico y lo laboral no solo debe ser abordado como una cuestión pública y estatal, sino que principalmente debe comprenderse que esta entrama una cuestión de poder. Y lo es en tanto que implica las representaciones de género en la redistribución de la responsabilidad familiar dentro de las cuestiones socio-reproductivas.


6. BIBLIOGRAFÍA CITADA


 Calveiro, Pilar: Familia y Poder. Buenos Aires. Ed. Libro de la Araucaria. 2005 – Cap. I y II.
 Hirata, Hirata: “Relaciones sociales de sexo y división del trabajo. Contribución a la discusión sobre el concepto de trabajo” en Bidet, J y Texier, J. (dir), Paris, PUF, La crise du travail, 1994, p.81-92.
 Solsona, Montserrat: “La segunda transición demográfica desde la perspectiva de género”, en M. Solsona (ed.), Desigualdades de género en los viejos y los nuevos hogares, Barcelona, Centre d’ Estudis Demogràfics, Universitat Autònoma de Barcelona, 1996, pág.17-46.
 Tobío Soler, Constanza: “Conciliación o contradicción: cómo hacen las madres trabajadoras”. REIS 97/2002. pp.155-186.
 Wainerman, Catalina: “De Nairobi a Pekín. Las mujeres y el trabajo en la Argentina”, en Sociedad, No. 6, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad
de Buenos Aires. Buenos Aires, 1995.

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