lunes, 9 de noviembre de 2009

Una traductora sin suspiro

Quizá sea este el final de una absurda y triste historia en el que ella al fin logra su cometido. Tras años de total ignorancia en la finalidad de su decir no lograba reconocer cuál era su implicancia en lo dicho. Tal era así, que sentía que cuando tenia que interpretar y traducir una frase del alemán al español, era tal el esfuerzo que tenía que realizar que prácticamente sentía que se despojaba de su propio sentido. ´
La correcta elección de los tiempos y formas verbales, la declinación correcta de los artículos posesivos así como los usos de los pronombres personales, implicaba un ejercicio semejante al de un asesino que para ocultar su crimen enfunda el arma y sepulta en su recóndito interior el horror acometido. ¡Decir en castellano claro que difería del decir en alemán! ¡Horas ella pasaba preguntándose cómo conocerse mas! ¡Cómo saber realmente lo que ella quería decir, con la certeza y la amplitud que un buen obturador detecta en el campo visual de sus escondidas intenciones. El español para ella era como el hablar sin la reflexión. No así el alemán, que era como volver a encontrarse con su materno abuelo austro-húngaro cuando lo visitaba allá por las tardes en su departamento de la av. crámer. Intentar hablar con su abuelo sí que requería de mucha seguridad para construir correctamente una frase. No sólo por su congruencia gramatical y su buen pronunciamiento, sino por el volumen de su enunciación. Era como decirlo casi gritando. Había que estar muy convencido de lo que se quería decir, para decirlo en alemán. Esta era una de las razones por la cuáles Mirian sentía que el alemán era como introducirse en una traje de neoprén. La inmersión en su profundidad le daba escalofríos. Sólo luego de pasados varios años se animó a darse la oportunidad de volverse a mirar. Abrir el viejo arcón y permitirse quitar el viejo polvo a sus desmerecedores recuerdos de su yo. La muerte de un padre siempre es detonante de este tipo de arremetida empresa personal. Dispuesta a nadar en las agua turbias de la propia subestimación e inseguridad volvió a intentar acercase a ese lenguaje encriptado que el alemán le resultaba ser. Desde esas profundidades y con el traje propio de todo buen buceador, chequeó su válvula de oxígeno. Sabía que descender requería de una buena cantidad de esta. Recorrer sus propias aguas generaba el suficiente temor como para inspeccionar con detenimiento los tanques. ¡Por lo menos que el equipo no falle!, pensaba. Las aguas que iba a explorar eran solitarias y con un silencio de ensordecedora frialdad. Turbias y vizcosas, con un alto contenido contaminante, nocivo y doloroso. Volver sobre el alemán, era volver sobre su infancia y adolescencia. Un camino con mucho acople y retorno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario